Nos gusta definir el curso de las cosechas yendo hacia atrás, hasta llegar al momento en que se originó el nuevo año. Esto, desde la fisiología de la producción del fruto, ocurre con la diferenciación de los primordios florales, algo que se da durante la primavera del año ante-anterior. O sea, para la cosecha 2023, eso comenzó a ocurrir en la primavera de 2021.
Esa primavera fue algo húmeda y en algunas zonas se vieron ataques de peronóspora en racimo, lo cual es bastante inusual viéndolo en el largo plazo. El verano continuó de forma similar a la primavera, húmedo, aunque llegamos a la cosecha 2022 con un clima bastante benigno (frío y seco). La cosecha 2022 se estaba desarrollando con total normalidad hasta que ocurrió un evento de características extraordinarias: una helada en fecha excepcionalmente temprana, durante la madrugada del 30 de marzo de 2022.
Este fue el primero de una serie de eventos climáticos que se sucedieron entre 2022 y 2023 y que ponen de manifiesto la irregularidad e imprevisibilidad del clima. Sin embargo, de ninguna manera esta helada del influyó en la cosecha 2023, más que en las nuevas plantaciones que no habían terminado de agostar sus brotes, lo que provocó pérdidas y el establecimiento irregular de nuevas vides en los productores que plantaron viñedos, especialmente en el Valle de Uco.
El 9 y 30 de octubre y el 1 de noviembre ocurrieron nuevamente heladas en casi todo el país, las cuales fueron las responsables principales de haber hecho caer la producción de la vendimia 2023 a niveles históricamente bajos. Alguna vez dijimos que las vendimias 2016 y 2017 (en ese orden) fueron las dos cosechas más bajas de la historia de la Argentina, pero la 2023 marcó un nuevo récord.
Lo pronosticado por el INV (Instituto Nacional de Vitivinicultura) en febrero avizoraba una merma del 23% en Mendoza y del 21% en todo el país, con una cifra esperada de 1.530 millones de kilogramos a cosechar (sobre cosechas históricas que superaban siempre los 2.000 millones de kilos de uva). Finalmente, terminada la vendimia, los datos oficiales del mismo Instituto reportaron una cosecha de 1.437 millones de kilos, lo que significó una caída aún mayor a su pronóstico. En Mendoza, el descenso fue de un 25,5%, lo que significó la cosecha más baja desde 1957 (la cual fue de 956 millones de kilos).
Esta realidad generó una demanda muy alta en todas las variedades, especialmente en las blancas, que por su ciclo corto fueron las más afectadas por el frío. Ante la falta de oferta y el aumento de la demanda, se produjo una suba de precios que también ha alcanzado records históricos. En este sentido, este año se pagarán los valores más altos por kilogramo de uva que podamos recordar.
Fuera de estas heladas, la temporada ha sido muy seca, registrándose en primavera y verano muy pocas lluvias. Largas olas de calor se vivieron especialmente durante las dos últimas semanas de febrero, con el envero ya terminado, y se prolongaron hasta marzo, mes en el que el calor continuó a niveles inusuales (incluso durante las noches). Esto aceleró la madurez de las uvas, que comenzaron a ser recolectadas entre una semana y diez días antes de su promedio histórico.
En algunas zonas se observaron vides con síntomas de estrés producido por las altas temperaturas y el déficit hídrico. Sin embargo, esto es independiente del tipo de suelo y más afín al manejo vitícola, especialmente del riego, ya que en zonas donde se requiere precisión en el manejo debido a la pobreza y exigencia de sus suelos se han visto también viñedos muy saludables y uvas de excelente calidad.
Debido al clima seco, la sanidad de las uvas ha sido muy buena en general.
Un nuevo evento de características inusuales sucedió el 19 de febrero de 2023, cuando una nueva helada extraordinariamente temprana afectó a algunas zonas bajas de los valles (El Cepillo y San Pablo en Valle de Uco, Agrelo en Luján de Cuyo).
El clima prosiguió su marcha seca y calurosa hasta que se produjeron algunas ligeras lluvias hacia fines de marzo y comienzos de abril, aunque para entonces era muy poca la uva que aún no había sido cosechada. En Gualtallary, por ejemplo, las lluvias acontecidas entre envero y cosecha fueron muy bajas, alcanzando en la zona de nuestros viñedos no más de 40-50 mm. Si consideramos el del ciclo que va desde mayo de 2022 hasta abril de 2023, solo hubo 201 mm de precipitaciones, lo que supone un decrecimiento del 30% en relación al promedio de la finca durante los últimos ocho años (291 mm).
Antes de estas lluvias, la acumulación de azúcar se había producido a un ritmo rápido y constante. Sin embargo, luego de ellas las vides se paralizaron y la acumulación de azúcar detuvo su ritmo. Por lo tanto, el alcohol potencial de los vinos producidos con estas uvas se vio limitado. En este sentido, cuando descubamos los tintos observamos un nivel alcohólico inferior al que cabría esperar de un año cálido.
En resumen, esta será una vendimia muy recordada por lo cargada de eventos climáticos irregulares y producciones muy bajas de uvas tempranas y sanas, lo que hizo concluir de manera anticipada la recolección de los frutos.
Las vinificaciones marchan muy bien y se esperan vinos de buena a muy buena calidad, expresivos aromáticamente, con diversos matices de frutas en distinto grado de madurez, de grado alcohólico balanceado a pesar del calor, y de un potencial de guarda un tanto menor.