Han pasado muchos años desde que realicé mis primeras plantaciones, unos 25 en el Valle de Uco, plantando en las partes medias del Valle e injertando todo tipo de variedades, tanto para recambio como para probar portainjertos resistentes.
Épocas apasionantes y de descubrimientos de mucho aprendizaje que nunca podré retribuir como corresponde a los mentores de aquella época en la que uno recién salía y se sorprendía por todo.
Aún recuerdo lo mucho que me gustaba encontrar en la fisiología, las respuestas a los podrían producir mejor. Todo mejor, calidad y cantidad.
Épocas en que el manejo de canopia dictaba las órdenes de lo que debía ser un viñedo de calidad; sistemas de conducción con todas sus alternativas, distanciamientos, porta injertos, mediciones en riego, suelo, planta… toda una batería de herramientas para entender cómo funcionaba ese complejo mundo muchas veces se encontraba sin explicaciones.
Fueron pasando los años y con ellos las plantaciones, las zonas, los suelos y climas, los aciertos y desaciertos. Y tal vez lo más importante: los lugares y su gente. Cada paisaje con su particularidad. Y con ellos se iban acumulando a veces inconscientemente las respuestas a los porqués, esos que la ciencia muchas veces no puede explicar.
Hoy en día pienso que así como hubo enólogos que usaron la tecnología a veces de manera exagerada para transformar lo que les llegaba a las bodegas, también hubo viticultores que micro-oxigenaron sus viñedos en exceso, buscando a través de las innumerables prácticas a las que un viñedo se puede someter, el mejor vino.
Tiempos en que se pensaba que lo que se hacía en viticultura era determinante sobre la calidad, ¡pero por sobre todas las cosas! Era primero manejo, luego clima-suelo-lugar. Sin manejo, lo otro no contaba.
Y así como los enólogos metían 200% de madera nueva, microox, sangrías y delestages a discreción, en las viñas se sacaban hojas, se tiraba fruta y se despuntaba el brote cuantas veces fuese necesario…
Y al momento de los porqués, las respuestas de libro quedaban lejos de explicarlo todo y sobre todo, de confirmar o más bien conformar las búsquedas.
Afortunadamente el tiempo y la práctica continua, los viajes, la observación, las comparaciones, el estar en el lugar en los momentos que hay que estar y sobre todo, el ver reflejado en el resultado lo que uno proyectó, son los verdaderos forjadores de identidad. Vinos con identidad surgen de viñas con alma.
Y esas viñas manipuladas para dar lo que finalmente no pueden, lo único que logran es que se les quite el alma. Creo que si las cosas no están en el lugar adecuado, mejor dejarlas como naturalmente son; es probable que su belleza natural supere lo que la excesiva intervención quiere lograr con ellas.
Por eso, ya hace casi quince comencé a plantar viñedos naturales, sin conducción, buscando la mejor comunión entre las cepas y su paisaje. Sin sostenes más que su tutor durante los primeros años, sin alambres donde apoyarse, en formas, distanciamientos y variedades disímiles, que como siempre digo: lo último que he plantado, es lo que sobre todo he disfrutado y al mismo tiempo, lo que más me ha enseñado.
Y me alegra mucho que las plantaciones en vaso en las zonas altas del Valle de Uco hayan prosperado, como así también en otras regiones, como en Pedernal, Uspallata y ya se siguen contando en otras áreas. Ojalá todas comulguen con sus paisajes.
çLa idea de planta pequeña, de baja expansión y equilibrada en su producción de acuerdo a mi experiencia, se ha adaptado muy bien al clima frío del Valle de Uco y a suelos restrictivos: o bien muy pedregosos, o bien superficiales o cortos.
Esas limitaciones concluyen con una planta cuyos brotes no podrán crecer más de lo que lo hacen sus raíces y su capacidad productiva tendrá relación inversa con el grado de restricción, a mayor esta, menor cantidad de fruta.
Esas plantas podrían estar también conducidas, a veces imagino que si no es un vaso, podría ser un espaldero bajo, como los de las viejas viñas francesas, con canopias nunca mayores a un metro, pero con poca carga. Creo que darían frutos maravillosos y serían una postal de nuestros viñedos de montaña.
Nuestros Vinos
Que mejor intro que decir que fue una de las más irregulares e inconsistentes cosechas de los últimos años…
No por complicada, al fin y al cabo, no hubo tantos problemas con la uva una vez que esta estuvo en la Bodega, si por lo impredecible. Nunca puede generalizarse en una cosecha, ni por buena ni por mala, sobre todo teniendo en cuenta la cantidad de elementos en juego, los meso y microclimas, las diferencias de suelos y obviamente, el conocimiento y manejo de los viticultores.
Fue la típica cosecha para recordar: en los años más desafiantes salen a la luz los mejores sitios.
Siendo un año de lluvias, no solo buscamos parcelas altas sino también de suelos con menor absorción y mayor escurrimiento superficial. De esos suelos, surgen nuestros Iubileus, La Craie y Volare del camino, como fiel expresión de un año frío, lluvioso y de espera.
Volare del Camino es un Malbec de taninos súper finos y de boca ligeramente más amplia que los PerSe. Es el más maduro de los tres, con fruta roja y especias pero con tendencia a fruta negra.
Viene de una pequeña parcela de suelo con calcáreo superficial y granito descompuesto, que sin ser ni roca blanca ni piedra pintada nos da un vino que mantiene profundidad e intensidad, pero con buena fluidez y tensión.
Iubileus suele ser el más expresivo de los 3 generalmente, tal vezsea la muy sutil presencia de Cabernet Franc la que le otorga una nariz muy expresiva con aromas florales y frutales, también algo terrosos o más bien de tiza. Es siempre más extrovertido que La Craie inicialmente, cambiante entre la fruta roja, las flores y las especias. En Boca es de taninos más sedosos que austeros, de buena tensión y su final es muy fresco.
Malbec fermentado en barriles de roble francés usado, cerrados con rollings diarios y Cabernet franc en barriles abiertos con suave pisoneo.
La Craie representa el carácter calcáreo del sitio. Siempre es restringido, algo cerrado al comienzo, sobrio, austero en aromas, pero migra rápidamente a las flores silvestres, lo terroso, el polvo de tiza o roca blanca seca, el aguaribay y un sutil especiado. Tiene una gran tensión y su acidez es siempre más filosa que la de Iubileus, bien vertical o tenso en su largo en boca. Para nosotros lo más interesante de este vino es su profundidad, principal característica que lo distingue.
El viñedo de La Craie se ubica a 1300 msnm y está situado en el sector con más carbonato de calcio presente en el suelo. Las uvas se cosecharon a fines de Marzo manualmente y se transportaron en bins para ser vinificadas en conjunto.
Malbec y Cabernet Franc despalillados sobre barriles de roble francés usados, donde co-fermentaron a razón de un 75% de Malbec y un 25% de Cabernet Franc, aproximadamente.
La fermentación fue espontánea con levaduras indígenas y la vinificación de realizo con un pisoneo diario muy suave. Los hollejos estuvieron en contacto con el vino durante 35 días.Nada más que decir…
¡Salud!