La climatología de la temporada estival y el ritmo acelerado impuesto por el COVID-19 finalmente dieron como resultado una cosecha intensa, mas allá de esto, podemos decir que esta cosecha cumplió con nuestras expectativas en cuanto a calidad.
El invierno fue demasiado suave; a unos días de temperaturas bastante bajas siguió una primavera fría y seca. Esta temporada transcurrió prácticamente sin lluvias, lo que hizo que el ciclo se adelantara unos días y exista el riesgo de tener las vides expuestas a heladas tardías.
Me gustaría destacar que este ha sido un año muy especial para Gualtallary, donde, desde el punto de vista climático, algunas incidencias han hecho que esta añada sea diferente a las anteriores.
El sector más importante para la uva de calidad, al noroeste de la comuna, en la calle Camino a Estancia Silva, tuvo un par de días con bajas temperaturas a mediados de octubre (14 de octubre), con heladas no muy intensas (-1 a -0.5°C / 30° a 31°F), pero duró de 48 a 72 horas, que es mucho tiempo. Esto afectó principalmente el coloreado posterior o millarandage de variedades sensibles, principalmente el Malbec.
Después de estos días fríos, granizó en tres ocasiones: una el 21 de noviembre, otra el 3 de diciembre y, a finales del mismo mes hubo un granizo pequeño y diluido, que no fue tan relevante como los otros dos casos. Esto nos llamó la atención, ya que rara vez cae granizo en esta zona. Evidentemente, afectó a varios de los viñedos ubicados en el seno de esta denominación, lo que generó importantes pérdidas. Por suerte, nuestro viñedo en el Monasterio no se vio afectado, al igual que el resto del entorno.
Muchos viñedos sin protección antigranizo resultaron dañados, pero los viticultores lograron recuperarlos tras la caída del granizo en las primeras etapas del ciclo vegetativo. Sin embargo, sus rendimientos fueron mucho más bajos de lo habitual.
Algunos otros viñedos sufrieron pérdidas del 40, 50 y hasta el 60%.
Pasando a la temporada de verano, el año seco y cálido hizo de esta una cosecha clásica, que comenzó dos semanas antes en promedio y terminó tres semanas antes de lo habitual.
Independientemente del sistema de conducción utilizado, las uvas de mejor calidad permanecieron en aquellos viñedos sanos y bien manejados; aquellos bien regados (metódicamente, en tiempo y forma) y pudieron mantenerse sanos desde el punto de vista fisiológico, es decir, cuyas hojas fueron bien mantenidas para que no se amarillearan, ni se cayeran o sufrieran mucho estrés. Incluso independientemente de la zona, las vides sanas produjeron vinos de la mejor calidad.
Como de costumbre el destacado fue el Malbec, como sucede casi todos los años en todas las zonas. Las condiciones de este año permitirán un Malbec con el estilo que a muchos les gusta: más generosos, con taninos suaves, boca un poco mas ancha y buena longitud.
Creo que tendremos vinos jóvenes, de frutos rojos y florales que sobresaldrán por su expresión pura.
Los vinos provenientes de viñedos y terruños especiales también tendrán una buena longevidad. No estoy seguro de que sea lo mismo que esos vinos de años fríos y cosechas más largas, pero de todos modos tendrán un buen potencial de envejecimiento. También tendrán una expresión más evidente que la de los años fríos.
Como decía antes, los años cálidos producen una fruta más extrovertida en los vinos de expresión abierta y frutal, de textura un poco más sedosa que los años fríos, y buena acidez. Destaco esto porque en años calurosos el manejo de la acidez es todo un tema y este año las uvas -a pesar del calor- se cosecharon con excelente acidez y pH, por lo tanto, terminarán en vinos muy frescos.